2007/04/09

Las mujeres en la Psicología

¿Porque tan pocas???Es la pregunta que me asalta como psicóloga, ¿porque al revisar la literatura y los índices por autor de los principales textos de consulta en psicología, solo se referencia hombres? El papel de las mujeres en el desarrollo científico y tecnológico de la ciencia es inminente, pero solo hasta el siglo XX se permitió a las mujeres asistir a la universidad y vaya que el camino ha sido largo. Desde sus comienzos, incluso antes de que la psicología fuese reconocida como campo de estudio, las mujeres contribuyeron de modo significativo a esta disciplina, pero al contrario que los varones estas mujeres fueron objeto de discriminación y prejuicios por su condición como mujeres, sin tomar en cuenta la calidad de sus ideas (Worchel y Shebilske, 1998).

O`Connell y Ruso (citados por Worchel y Shebilske, 1998), cuentan como a las mujeres se les fue negada la admisión a muchas universidades, otras fueron expulsadas de laboratorios y sociedades científicas, a otras les rechazaban sus trabajos en las revistas por razones no científicas, les fueron negados sus títulos aún después de haber demostrado la suficiencia e idoneidad necesarias para obtenerlos y les fue imposible mantener en la mayoría de los casos sus cargos de enseñanza e investigación en universidades y laboratorios solo por el hecho de ser mujeres.

Una parte importante de los primeros esfuerzos por reconsiderar el papel de las mujeres en la ciencia y tecnología lo constituye la reescritura de la historia para recuperar del olvido a mujeres que, pese a haber hecho contribuciones destacables en el ámbito científico-tecnológico, han sido silenciadas por la historia tradicional, bien debido a distintos tipos de sesgos, bien debido a concepciones estrechas de la historia de la ciencia que reconstruyen la disciplina sobre los nombres de grandes personajes y teorías o prácticas exitosas y dejan de lado otras actividades y contribuciones en modo alguno colaterales al desarrollo de la ciencia.

Un caso paradigmático de figura femenina olvidada y recuperada para la historia de la ciencia es la de Rosalind Franklin. Sus fotografías por difracción de rayos X fueron claves para que Watson y Crick pudieran proponer el modelo de doble hélice del ADN que les proporcionaría el Premio Nobel en 1962 junto a Maurice Wilkins. Sin embargo, silenciada por la historia de la ciencia y una temprana muerte, y ridiculizada en la narración autobiográfica que Watson (1968) hace del episodio, su contribución no tuvo ningún reconocimiento (ninguno de los galardonados la recordó en la entrega de los premios, su nombre ni siquiera aparecía en las reconstrucciones en enciclopedias, libros de texto y museos de ciencia…) hasta la publicación de la biografía que escribe Anne Sayre (1975), en la que se cuenta una historia muy distinta, la de la difícil situación de una científica, mujer y judía, en una institución (el King’s College, de Londres) tradicionalmente masculina y claramente anglicana ( González García y Pérez Sedeño, 2002).

La historia de las científicas y sus logros escrita por historiadoras de la ciencia sensibilizadas con la exclusión de la mujer ha producido resultados sorprendentes. Cuando se habla de mujer y ciencia, la reacción inmediata es la de indicar la ausencia de mujeres en el desarrollo de esa actividad a lo largo de la historia. Sin embargo, la historia de la ciencia hecha por mujeres ha descubierto, por ejemplo, el genio de Madame de Châtelet, cuya traducción de los Principia Mathematica permitió que el continente accediera al newtonianismo. O también a Aglaonike, y a Hipatia en la antigüedad, a Roswita e Hildegarda de Bingen en la Edad Media. A las italianas Maria Ardinghelli, Tarquinia Molza, Cristina Rocatti, Elena Cornaro Piscopia, Maria Gaetana Agnesi, y Laura Bassi. A las anglosajonas Aphra Behn, Augusta Ada Byron Lovelace, Mary Orr Evershed, Williamina Paton Stevens Fleming, Margaret Lindsay Murray Huggins, Christine Ladd-Franklin, Henrietta Swan Leavitt, Annie Russell Maunder, Charlotte Angas Scott, Mary Somerville, Anna Johnson Pell Wheeler, Caroline Herschel y Maria Mitchell. A las germanas Maria Cunitz, Elisabetha Koopman Hevelius, María y Christine Kirch; a las francesas Jeanne Dumée, Sophie Germain, Nicole Lepaute; a las iberoamericanas Cecilia Ramón Agenjo, Angeles Alvariño de Leira, María Luisa García Amaral, Mariam Balcelss, Laura Carvajales y Camino. O a otras científicas más recientes como Maria Goeppter Mayer, Sonya Vasilyevna Kovalevsky, Lise Meitner y Emmy Noether, por citar sólo algunas matemáticas relevantes (Pérez Sedeño, 1994).

A pesar de estos tropiezos las mujeres resistieron y jugaron un importante papel a veces no reconocido por la psicología. Por ejemplo la primera edición de la a propósito llamada American Men of Science (Cattell, 1906), publico allí una lista de 186 psicólogos, 22 de los cuales eran mujeres, esta lista no incluía a otras 5 mujeres que eran miembros de una reciente asociación llamada American Psychological Association (APA)( Furumoto y Scarborough, Citados por Worchel y Shebilske, 1998). De entre los 50 psicólogos más famosos Catell reconoció 3 mujeres: Mary Whiton Calkins, Christine Ladd- Franklin y Margaret Floy Washburn.

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